A lo largo de la historia del arte, el dibujo ha sido uno de los medios de trabajo más importantes para los artistas pero, al mismo tiempo, aunque parezca paradójico, es también el más evasivo y difícil de comprender. En el contexto del Renacimiento de los siglos XV y XVI se consideraba que era el fundamento que vinculaba entre sí la arquitectura, la escultura y la pintura, todas ellas hijas del dibujo y, por tanto, iguales en dignidad como afirmaba Miguel Ángel.
Quizá las paradojas del dibujo puedan comprenderse mejor si se piensa que estas ideas, originalmente formuladas en lengua italiana, nos hablan de artes del “diseño”, una palabra cuyo significado involucra y unifica dos actividades (diseñar y dibujar) que en español tendemos a creer que pueden diferenciarse con claridad: el dibujante tendría la capacidad de entregarnos la esencia de la realidad que reproduce (una especie de esencia visual) mientras que el diseñador se ubicaría en el plano de estructuras abstractas y formales que, en definitiva, le permiten producir una nueva realidad.
Sin embargo, cuando nos detenemos a reflexionar frente a un dibujo -incluso uno de aquellos que crean en nosotros la ilusión de estar en contacto con la realidad misma-, descubrimos que se trata de una abstracción completa pero práctica y pragmática, y que son las convenciones culturales las que nos hacen creer que estamos ante la realidad: superficies planas que sabemos que debemos entender como tridimensionales, contornos o difuminados que no posee ningún rostro real, y así sucesivamente.
César Del Valle (Pereira, 1985) ha convertido la reflexión acerca del dibujo en el fundamento y finalidad de su trabajo artístico. En esa dirección, en 2016 presentó en la entonces Galería de la Oficina, de Medellín, una muestra titulada “Antidibujos”, después de un largo proceso de dibujos perfectamente miméticos. La exposición, con una fuerte carga conceptual, podía recogerse en una obra que, en una corta frase, se preguntaba por la realidad de ese trabajo: “El dibujo no es la imagen, no es el soporte, no es la herramienta, no es el dibujante. ¿Qué es el dibujo?”. La obras presentadas ofrecían múltiples posibilidades de replantearse el problema y, en definitiva, muchas formas de dibujar que intentan responder a la pregunta básica.
“Cuadrado”, de la muestra “Antidibujos”, es una instalación de gran formato realizado en papel grafito. César del Valle utiliza este tipo de papel que, en un proceso similar al del papel carbón, se usa para transferir imágenes en procesos de dibujo y pintura; es decir, su empleo interroga las ideas de copia y de mímesis presentes en el arte tradicional. Por lo demás, se vale del hecho de que el papel grafito se pliega para empacarlo con fines comerciales, de donde resulta un esquema abstracto de gran simplicidad; finalmente, cada pliego se sostiene con imanes ubicados en las esquinas superiores, lo que permite generar una especie de vibración que se convierte en juegos de luces y sombras.
Con frecuencia se afirma que el arte
contemporáneo se caracteriza por ser una obra que reflexiona esencialmente
sobre el arte y sobre la realidad a través de él. Frente a las convenciones
históricas, conservadas muchas veces porque, a fuerza de repetirlas, se
volvieron fáciles y perdieron el poder de inquietarnos, la obra de César del
Valle, que desmonta ese principio del arte que es el dibujo, formula una
especie de tábula rasa donde la producción artística solo es posible a partir
del rigor de la conciencia crítica.